Un 25% de ese colectivo, entre los más pequeños y los adolescentes, padece esa irregularidad refractiva. La prevención y los planes anuales juegan un papel determinante a la hora de frenar los avances de ese defecto visual.
Problema a la vista. Una evidencia pide paso. La salud visual de los más pequeños de la casa entra en juego, y es que la miopía infantil crece a ritmo progresivo. Al menos, eso es lo que trasladan y plasman los estudios más recientes: a mediados del curso pasado, en abril de 2023, las estadísticas se mostraban acaparadoras, el 25% de ese colectivo infantil, vulnerable, teniendo en cuenta los números, padece ya esa irregularidad refractiva. Es significativo el hecho de entender a partir de cuándo se produce ese aumento: la pandemia del COVID-19 marca un antes y un después en el mundo infantil, ya que se produce un repunte de niños con miopía, cifrado en un 9%, desde entonces.
Es decir, cada vez hay más niños miopes, niñas y niños con miopía. La miopía infantil es una realidad. ¿Un explicación lógica y razonada? El uso excesivo de la tecnología y la vista fija en las pantallas, talón de Aquiles para los más menudos. Ateniendo a esa nueva realidad post pandemia, que ya se ha establecido como costumbre, los niños y las niñas pequeñas se pasan cuatro horas de media, diariamente, enganchados a las pantallas, según los últimos estudios oftalmológicos.
Internet, el teléfono móvil y el ordenador se han hecho los amos del lugar. Se extiende el gusto por su consumo y, a su vez, el uso de varias pantallas: siete de cada diez niños usan el teléfono móvil, el 98% de los niñas y niños en España, entre 10 y 15 años, integra Internet a su vida y el 90% de esos menores de edad en España tiene por costumbre usar el ordenador, según el estudio del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad.
Ya no es solo la costumbre, sino que la salud visual también queda expuesta al peligro. La Organización Mundial de la Salud (OMS), por ejemplo, conmina a alejar a los niños pequeños y a los adolescentes del consumo masivo de las pantallas, para así evitarles problemas a largo plazo. Los niños cada vez tienen más dificultades a la hora de enfocar los objetos de lejos. Y es que la realidad de la miopía es esta, las imágenes de cerca se perciben nítidamente, pero las de lejos se desvanecen y se vuelven borrosas. Así, con miopía, los niños miopes pueden acabar sufriendo más dolores de cabeza y fatiga visual, que a la postre son los síntomas más frecuentes de esta irregularidad refractiva.
Prevención y control de la miopía
La miopía es imprevisible y, en ocasiones, responde a factores genéticos. Es decir, se puede heredar. Ante ese componente genético, poco o nada se puede hacer. De todas formas, sí existe una serie de actuaciones con el fin de mantener buenos hábitos de higiene visual, cuidar la vista y reducir el riesgo de padecer los efectos de la miopía:
- Técnica del 20-20-20. Se trata de una técnica sencilla. Tras forzar la vista delante de una pantalla, se ha ideado un truco reparador: tomarse un descanso cada 20 minutos y mirara durante 20 segundos una imagen, paisaje u objeto situado a 20 pasos, unos seis metros de distancia, aproximadamente.
- Actividades al aire libre. Todo apunta a que, en edades tempranas, las actividades en los parques, patios, playas o entornos naturales en general favorece la buena salud visual. La luz solar es la razón principal.
- Menos tiempo delante de la pantalla. El hecho de reducir tiempo delante del móvil o el ordenador es saludable para la vista, que deja de forzarse y estar expuesta a luz artificial.
- Gozar de la iluminación adecuada a la hora de someter la vista a actividades de cerca, como leer, por ejemplo.
- Mantener buenos hábitos de vida, en cuanto a alimentación y descanso.
Además, estos apuntes van acorde a lo que debería desarrollarse y acontecerse durante el periodo de la infancia, para prevenir, en cualquier caso, consecuencias negativas a nivel visual en edades tempranas.
Y, por supuesto, es aconsejable mantener un control periódico de la vista, el cual debe establecerse anualmente. Resulta productivo acudir sistemáticamente al oculista y al oftalmológico para pasar la correspondiente revisión médica y profesional.
Siguiendo estos criterios, se puede estructurar un plan oftalmológico para la infancia:
- Se ha de producir un primer examen médico al recién nacido, para descartar irregularidades oculares y enfermedades de la vista. Es buen momento para analizar las herencias genéticas otorgadas.
- Posteriormente, es aconsejable que la primera revisión del bebé se produzca a los tres años.
- Cuando el niño y la niña ingresan en la escuela, la revisión de la vista debería producirse cada año, de forma regular. En edad escolar, la vista juega un papel fundamental a la hora de aprender, progresar y establecer vínculos emocionales con los demás.
- Si hay factores de riesgo, tales como posibles anomalías detectadas, componentes hereditarios o antecedentes familiares, deberían someterse a controles de manera más regular, una vez al año, al menos.