La presbicia, las cataratas o la hipertensión ocular son algunas de las patologías más habituales que vemos en personas de edad avanzada. Pero, como todo, con revisiones periódicas, la detección precoz y la prevención pueden retrasarse su aparición o aliviar los síntomas. Por supuesto, también es fundamental acudir a un especialista que le recomendará el tratamiento que mejor se adapte a sus circunstancias.
Como ocurre con todos los órganos del cuerpo humano, los ojos también sufren el envejecimiento y con ello la pérdida de la visión.
La presbicia
Esta patología supone la pérdida de la visión cercana. Es un proceso natural del envejecimiento del cristalino y quienes lo padecen necesitan cada vez más luz para ver los objetos de manera nítida o tener que alejarnos para enfocar correctamente. Los primeros síntomas aparecen entre los 38 y los 45 años
El 81% de la población española de más de 45 años padece vista cansada, según las estadísticas. Lo que supone un total de 17 millones de personas en España.
Para solucionar este problema, existen ejercicios y el láser CATALYS y su sistema PresbyMax. También existen con lentes que permitan descansar al cristalino o las intervenciones quirúrgicas.
La catarata senil
Se trata de una patología asociada a la pérdida de transparencia del cristalino, lo que dificulta el paso natural de la luz y entorpece la visión. En el caso de la catarata senil aparecen los síntomas a partir de los 65 años.
En su aparición influyen el envejecimiento y también la genética. Para prevenirla es muy importante protegernos de las radiaciones solares. La extracción quirúrgica puede mejorar la visión, aunque es muy importante someterse a un examen completo por parte de un especialista para determinar con exactitud las causas.
Glaucomoa
El glaucomoa es una de las enfermedades visuales más graves que afecta especialmente y en mayor grado a las personas mayores. En este caso, es fundamental el diagnóstico precoz para evitar daños en el nervio óptico que pudieran derivar en la pérdida parcial o total de la visión.
Hipertensión ocular
El glaucoma está directamente relacionado con la tensión ocular. El líquido interno del ojo, imprescindible para hidratar y permitir una correcta visión, puede sufrir variaciones provocando un aumento de la presión. Esa presión puede dañar los vasos sanguíneos y el nervio óptico.
La hipertensión ocular si no se detecta y se trata a tiempo es muy difícil que se recupere. En determinadas casos, el daño resulta irreversible.
El principal problema de esta enfermedad es que se trata de síntomas silenciosos. A veces, se puede notar dolor de cabeza, mareos o visión borrosa, lo que indica que el daño ya se ha producido. Por este motivo, es tan importante acudir a revisiones habituales, al menos una o dos veces al año.
Equipo IOTT